martes, 22 de junio de 2010

SERGIO FELIPE MATTANO

 

LA IMPRESION


(Buenos Aires, 1979) Profesor en Lengua y Literatura, miembro de la Asociación de Poetas Petisos, la REMES y editor de la revista digital de difusión poética Narciso. Actualmente, junto al contrabajista Santiago Collino presentan un espectáculo musical/poético Sus poemas han sido publicados por distintas revistas especializadas de su país, España y Latinoamérica (Cinosargo, Lakuma-Pusaki, La Mancha -Chile-; Revista Ping Pong -Rep. Dominicana-; Círculo de Poesía, Revista Lenguaraz, Pléyade –México-; Palabras Diversas -España-; En Voz Alta, Lamás Médula, revista Poesía, Intangible -Argentina- e Isla Negra -Argentina/Italia. Recientemente el Círculo de Poesía (México) lo seleccionó en una Antología de Poesía argentina actual (a cargo de la poetisa Y. Grecco) y fue declarado ganador en la categoría poesía en la “Segundo Convocatoria En Voz Alta” de la revista universitaria homónima de la ciudad de Rosario, Argentina. Próximamente publicará su primer libro, Canope, del que se extraen estos poemas.

Álter ego (esquizofrenia).

¿Me permite cortarle el ojo?
Soy Buñuel, déjeme.
Puedo ser también la erótica bailarina de Notre Dame
o la golfa que le visita los soñares
cuando fiebre.
¿Me permite amarlo, succionar su sexo
hasta la estrella apagada de Verlaine?
Soy Aquiles, el huracán
la nafta tóxica…
soy un punto del infinito
que separa a Zenón y a ud.
Soy el punto luminoso.
Y el puñal
Y la flor
Deje que mi párpado bese la navaja
Soy Buñuel, casi desde unos días,
soy el espejo roto
y el puño

y la sangre
Somos.

Asma.

Para ud es sencillo:
el aire ingresa y egresa de sus pulmones,
infla uno a uno sus alvéolos,
oxigena la sangre y así
sin que ud note el mínimo
acontecimiento.
Pero nosotros no:
nunca fue un acto reflejo,
duele cada centímetro cúbico de aire
y, por lo general, nunca alcanza.
Aprendimos a morir desde pequeños
entre vapores, ventolín y el infierno rudo
de los rezos del nebulizador.
Nosotros conocemos la muerte antes que a ud
se le muriera un abuelito, que en pack descanse,
arriando el ínfimo retoño de O2 hacia el pecho
entre chillidos de la carne que le niega el paso
meditando para vencer el nervio histérico de yacer
ahogados sin una mano que nos seque la febril testa.
Aprendimos a morir y en eso sacamos ventaja,
aunque los años de catecismo insistan
en igualarnos mortales.
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