miércoles, 8 de diciembre de 2010

   BETTY  BADAUI        

Betty Badaui
      
INDIANA

Indiana permanece …
Temblaba su adolescencia en el latido de su pecho, mientras su mirada agreste reconocía los frutos que apretaría sobre su rostro en un intento de mejorar su piel.
Nada hubiera embellecido más a Indiana que las naturales secuencias de su vida.
Cuando nos hundíamos en la densidad de la noche una suelta de pasiones humedecía la tierra.
Indiana tierra. Y luz en las sombras.
Yo quería demostrarle superioridad y le hablaba de cosas desconocidas por mí: del hossu, por ejemplo; ella decía -¿qué …? -Yo le respondía, agrandado: -un instrumento para espantar mosquitos, que usaban los monjes zen- Ella, con naturalidad, golpeteaba su brazo dejando la huella de un mosquito muerto.
En mi fantasía, ese insecto había muerto por amor, borracho de sangre ardiente que suplicaba pasión.

La selva no me asusta, me dijo una vez.
¿Y los hombres?, pregunté modulando mi voz de flauta.
Ustedes no, fue su respuesta suelta de cuerpo. Luego de unos instantes, aclaró: -pero ellas sí.
-¿Quiénes?
-Las de uñas rojas y sandalias trenzadas.
Y su mirada atravesaba misterios.
-Hablame de ellos -dijo un día.
-¿Quiénes?
-No sé, los monjes.

Ahí apareció mi gran imaginación que mezclaba el recuerdo de algún hayku, escuchado alguna vez, con el aroma del té rojo, que nunca bebí.
Entonces Indiana me sorprendió diciendo: “En otra vida fui geisha, mis perfumados kimonos dejaban asomar mis pies danzantes; Yashiro se enamoró de mí pero mi cultura impedía que yo mostrara toda mi pasión.
Éramos felices hasta que llegaron ellas, ‘las otras’.
Sus uñas rojas y sus sandalias trenzadas dejaban marcas en Yashiro. Esas escenas me provocaban temor y decidí hablar con la mujer de la luna nueva; ella me habló de ‘las otras’ y sentenció que destruirían a mi amado. Yo debía irme en silencio, me dijo. Y me fui. Anduve siglos pero aún les temo”.

Ahora sé que nunca comprendí a Indiana, yo sentía que su fresca ignorancia me apasionaba y no sé, verdaderamente, cuándo comencé esa relación con Juana y Daniela.
Juana tiene las manos tan bellas que te olvidás de mirarle la cola, sus uñas almendradas y rojas son un incendio de ceibos en flor.
Daniela baila reggaetón con sandalias; aunque después de la fogosidad trenzada de sus sandalias, continúa el baile descalza.
Fue una locura de flaco loco, la mía.
Me casé con Indiana, aunque …
Indiana permanece, como un monolito que se quedó sin Dios.
              Betty Badaui  / Rosario - Argentina



12 comentarios:

  1. Cuanta poesía en el relato, me encantan la imágenes sugeridas. Gracias.
    amelia

    ResponderEliminar
  2. Distinto, interesante. Indiana tenía razón de temerles.Felicitaciones Betty

    Irene

    ResponderEliminar
  3. ¡Cuánto espíritu corporal y cuánto cuerpo espiritual se asoman en los renglones de este relato!
    Sutileza y fascinación.
    Una maravilla ,Betty.

    MARITA RAGOZZA

    ResponderEliminar
  4. Va arrastrándonos en su recorrido el relato, llevándos a sutiles espacios de magia y encanto, pinta paisajes diferentes originales o permite imaginarlos, desacomoda un tanto la rutina de un cuento tradicional y en su loco recorrido hacia un final diferente gusta, mucho. Felicitaciones a la autora. marta comelli.

    ResponderEliminar
  5. Hola Andrés. Hola Ester.
    Gracias por el trabajo impecable.
    Gracias también por los años de publicación desinteresada. Es gratificante alojar los trabajos en sitios responsables.
    Para Amelia, Irene, Marita y Amalia un cálido abrazo por la cercanía.
    Para todos, FELICIDADES.
    Betty

    ResponderEliminar
  6. Pido disculpas, donde dije Amalia quise decir Marta. Estas distracciones...
    Betty

    ResponderEliminar
  7. Me casé con Indiana, aunque en mi mente danza la mujer de sandalias y la de largas uñas rojas....Crea un ambiente mágina Betty, la felicito.

    Mariano Lazarte
    Arriba Junín!

    ResponderEliminar
  8. Con un lirismo que deslumbra, imaginación múltiple y claves que viven en el corazón de la autora, debí leerlo con atnción. Felicitaciones, Betty,
    Gracias.
    Andrés

    ResponderEliminar
  9. Me hiciste vibrar al recuerdo de tambores y una adolescente niña africana (aunque la tuya antes haya sido gueisha) que vi por aqui, danzando descalza al baile de locura. Una danza que te hipnotizaba hasta la lujuria que nos envolvió a los presentes. Todo tu relato tiene un movimiento desenfrenado. Sin lugar fijo, sólo se mueve movilizando. Y por allí se escapa entre una "luz de las sombras" algo como una lenguetada de fuego abriendose espacio mientras atrapa al lector en una danza irresistible de imaginación sin fin. Relataste desde un lugar diferente. Felicitaciones. ElsaJaná.

    ResponderEliminar
  10. Innovador relato, impecable desde la escritura y sintésis perfecta en un final que engloba la realidad, felicito a la autora, Carlos Arturo Trinelli

    ResponderEliminar
  11. Betty, ella es una especie "mágica", a veces se cuela en sus relatos la inocencia, a veces le da esos toques que nos informan, nos mete de cabeza en la fantasía, hace que el lector recueste la cabeza sobre el almohadón que quiera. Ella entrega, tanto en su poesía como en la narrativa, Betty es ella misma.
    Un abrazo amiga.

    Lily Chavez

    ResponderEliminar
  12. Mariano, Andrés,Elsa, Carlos y Lily, gracias por estar.
    Abrazos
    Betty

    ResponderEliminar