lunes, 11 de julio de 2011

Carson McCullers, (EEUU, 1917-1967)

La crítica suele situar a Lila Carson Smith, más conocida por su nombre de pluma, Carson McCullers, a mitad de camino entre William Faulkner y Truman Capote. Como aquél, McCullers nos propone la decadencia del Sur estadounidense mediante el retrato de sus miserables protagonistas; como éste, no puede dejar de sentir cierta ternura por sus personajes. Su obra, reducida a cuatro novelas y un par de colecciones de relatos, nos muestra un mundo desolador poblado por sordomudos, mirones, niñas que buscan refugio en su fantasía, homosexuales y viragos.




Carson McCullers, la retratista de lo más desolador del "deep south"
JAVIER MEMBA
Nacida en Columbus (Georgia) el 19 de febrero de 1917, su primera idea fue convertirse en una brillante concertista de piano. Para ello se trasladó a Nueva York en 1937 con el propósito de estudiar música. Sin embargo, tras seguir unos cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia, su verdadero destino quedó fijado. Por lo demás, su experiencia musical nunca llegaría más allá de su participación en algunas orquestas de segunda, empleo que alternaría con el de recepcionista en un hotel y, más tarde, con el de periodista.

Niña prodigio de las letras norteamericanas

Su primera novela, \’El corazón es un cazador solitario\’ (1940), publicada cuando Carson sólo contaba 24 años, la convirtió en toda una niña prodigio de las letras norteamericanas. Saludada con entusiasmo por la crítica, en sus páginas se daba cuenta de la existencia de varios habitantes de un pequeño pueblo. Así se entrecruzan las historias de Copeland, un médico interesado en concienciar a los negros; Biff, el dueño del "drugstore"; Mick, una adolescente apasionada de la música -a buen seguro trasunto de la autora- cuyos sueños la evaden de la miseria de su hogar; Blount, un forastero alcohólico; el sordomudo John Singer, interlocutor ideal… Cada uno a su modo, todos ellos amenazan con una ruina inminente, a la vez que componen una amplia panorámica a través de los distintos matices de la soledad.
El año siguiente, en 1941, aparece la quizá sea su novela más conocida, merced a la adaptación cinematográfica de ella que realizara John Huston: \’Reflejos en un ojo dorado\’. Si en su primera entrega la autora fue a dar cuenta de las miserias de la sociedad civil de su sur natal, en este caso será la sociedad militar la que merezca la aguda observación de la escritora. En esta ocasión se nos propone la historia de un crimen -el que un capitán comete en la persona de un soldado al que le gustaba ver dormir desnuda a la mujer del oficial-, que no es otra cosa que la mejor disculpa que la autora encuentra para mostrarnos los más íntimos agobios de sus protagonistas. El oficial, sin ir más lejos, es homosexual.

Páginas regadas con alcohol

Becada a raíz del éxito de su primera ficción por la Fundación Guggenheim, finalizada la guerra, como vienen haciendo desde los años 20 todos los escritores norteamericanos, Carson McCullers se instala en París. En la capital francesa contraerá matrimonio con un oficial norteamericano destinado allí. Pero Carson no estaba hecha para el matrimonio. Muy probablemente, \’Frankie y la boda\’(1946) -donde se nos propone la triste experiencia de una niña convencida de podrá irse a vivir con su idolatrado hermano cuando éste se case- guarde cierta relación con la unión de la escritora.
De regreso a América, Carson comienza a ser presa de constantes depresiones que acaban llevándola al alcoholismo. Entre borrachera y borrachera, a página diaria se afirma en su edición española (Bruguera, 1984), escribe \’Reloj sin manecillas\’, aparecida en 1961. En ella acomete un tema ineludible para todos los escritores nacidos en el Sur estadounidense: la segregación racial y los problemas que ésta genera, vistos desde la perspectiva de un farmacéutico que, con tan solo 40 años, descubre que está punto de morir. A la sazón, Carson McCullers padece una parálisis que va minando su vida inexorablemente.
Publicada dentro del volumen de relatos al que da título, \’La balada del café triste\’ -que en España suele editarse como un texto independiente, narra una mísera e imposible historia de amor: la habida entre la virago Amelia y su primo, un tullido que roza la subnormalidad.
Muerta en Nueva York, el 15 de agosto de 1967, su última colección de relatos, \’The Mortgaged Heart\’, aparece en 1971. Para entonces, Carson McCullers ya esta considerada una de las voces más importantes y sugerentes de la literatura norteamericana del siglo XX.


La balada del café triste (fragmento)

" Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor. 
(...) 
La bebida de la señorita Amelia tiene una cualidad especial. Se nota limpia y fuerte en la lengua, pero una vez dentro de uno irradia un calor agradable durante mucho tiempo. Y eso no es todo. Como es sabido, si se escribe un mensaje con jugo de limón en una hoja de papel, no quedan señas de él. Pero si se pone el papel un momento delante del fuego, las letras se vuelven marrones y se puede leer lo que contiene. Imaginen que el whisky es el fuego y que el mensaje es lo más recóndito del alma de un hombre: sólo así se comprende lo que vale la bebida de la señorita Amelia. Cosas que han pasado inadvertidas, pensamientos ocultos en la profunda oscuridad de la mente, de pronto son reconocidos y comprendidos. Un obrero textil que no piensa más que en telar, en la fresquera, en la cama y vuelta al telar; este obrero bebe unas copas el domingo y se tropieza con un lirio de la ciénaga. Y toma esta flor y la pone en la palma de su mano, examina el delicado cáliz de oro y de pronto le invade una dulzura tan intensa como un dolor. Y ese obrero levanta de pronto la mirada y ve por primera vez el frío y misterioso resplandor del cielo de una noche de enero, y un profundo terror ante su propia pequeñez le oprime el corazón. Cosas como éstas son las que ocurren cuando uno ha tomado la bebida de la señorita Amelia. Uno podrá sufrir o podrá consumirse de alegría, pero la experiencia le habrá mostrado la verdad; habrá calentado su alma y habrá visto el mensaje que se ocultaba en ella. 
(...) 
La verdadera historia de amor es la que tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven lo cómico y lo sublime. 
"

Minicuento: LOS DOCE MORTALES

La carretera de Fork  Falls se encuentra a tres millas del pueblo, y  allí ha estado trabajando  la cuerda de presos. La carretera es de asfalto, y  el condado  ha decidido rellenar los baches y ensancharla en cierto  paso  peligroso.
La cuadrilla está compuesta por doce hombres, todos vestidos con el traje de presidiarios, a rayas blancas y negras, y todos encadenados por los tobillos.
Hay un guardián que lleva un fusil, y sus ojos no son más que unas rajas encarnadas, a causa de la luz. La cuadrilla trabaja todo el día; los
presos llegan amontonados en el coche de la cárcel poco después del alba, y se los llevan otra vez en el gris crepúsculo  de agosto.
Todo el día se oye el sonido  de los picos que golpean en la tierra caliza, todo el día hace un sol duro y huele a sudor. Y todos los días hay  música. Una voz oscura inicia una frase, medio  cantada, como  una pregunta. Y al cabo de un momento se le une otra voz, y luego empiezan a cantar todos los presos.
Las voces son  sombrías en la luz dorada, la música es una intricada mezcla de tristeza y de gozo. La música va creciendo  hasta que al fin  parece que el sonido  no  proviene de los doce hombres encadenados, sino  de la tierra misma o  del ancho  firmamento. Es una
música que ensancha el corazón, que estremece de éxtasis y de temor a quien la escucha.
Y después, poco  a poco, la música va cayendo  hasta que al final queda una sola voz, luego un respirar bronco, el sol y el golpear de los picos en el silencio.
¿Quiénes son  estos hombres, capaces de hacer una música así? Sólo  doce mortales, siete muchachos negros y cinco muchachos blancos de este condado. Sólo doce mortales que están juntos ■

5 comentarios:

  1. Muy , pero muy buenos textos. En "La balada del café triste" despliega un tema universal y eterno: la soledad.

    Gracias.
    amelia

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  2. A Carson McCullers me la recomendó Bukowski y no se equivocó, la autora rompe con el canon de género y logra una gran implicancia con sus personajes. Carlos Arturo Trinelli

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  3. Tuve que bucear en todas las orillas del internet para hallar algún texto de Carson McCullers... Lo que hallé es una pálida muestra de su talento: LA BALADA DEL CAFÉ TRISTE prometedora narrativa que nos deja con muchas ganas de leer sus obras.

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  4. Acabo de descubrir y recordar que ahí por el año 1960 al comprar el diario de fin de semana se adjuntaba un cuadernillo escrito que con el correr de dos meses trajo una tapa y consegui armar el libro " El corazón es un cazador solitario" título que en su época y hoy al volver a sus páginas evoco un estado de embriaguez en la comunión de sentimientos adolescentes que su texto confundió en mí.

    Es una alegría saber como Carson Mc Cullers fue una de mis primeras lecturas importantes en el descubrimiento del amor y su soledad y su sufrimiento y todavía tiene un lugar especial en mi biblioteca.

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  5. Sigo olvidándome de poner mi nombre, sorry.
    Celmiro Koryto

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