lunes, 26 de marzo de 2012

Andrés Aldao


 
 
El día que fue mañana

Ni el día de la masacre de Ezeiza ejecutada por Osinde y la Kennedy y los esbirros de la derecha, ni el 24/3/76 deben convocarnos con exclusividad para denunciar la noche negra argentina. Los crímenes fueron cotidianos. Permanentes. Incesantes. Muchos argentinos se preocupan y ocupan de recrear el humor cortesano del medio pelo, la "parejita K", el micro macri, la pachamama mística Carrió, la democracia Nación y, Clarín, Hadad, Tinelli, los escribas de los pasquines amarillos...

K. es hoy  museo Esma, Etchecolaz perpetua, fin de obediencia debida y aministías menemianas, aunque desde hace 36 años sueño con el Nuremberg argentino, con la  visión de criminales colgados al estilo de los jerarcas nazis.

 

Los gritos de los compañeros picaneados, noche tras noche, no se borran en 38 años. Los nombres de los amigos y compañeros asesinados, desaparecidos tampoco: Rolo Condomí, César y el Chilito Gorría, Oscar Olano "El Negro", cientos, miles de nombres... Ellos no descansan en paz. Firmenich sí.


* * *

El día que fue mañana


Siente la ráfaga, percibe una inquietud sin identidad que revolotea en el aire. La nada parece insinuarle algo. Profecía sin cara que lo azuza en los últimos meses. Esa mañana fue una inquietud más cercana. Allí está; precisamente como una ráfaga entretejida en intrigas y suspensos que sigue sin decirle nada. Suena el teléfono. Lo observa, e intuye que es como la génesis... ¿De qué? No tiene tiempo de penetrar en sus reflexiones.
–Hola
–¡Reventó! ¡Voló como escombros sobre el techo!
–De qué mierda me estás hablando, Cura...
–¿No escuchaste la radio?
–Qué carajo querés a las ocho y media de la mañana, Habláme claro...
–Esta mañana voló en el Tigre el yate en que que estaba Villar y la mujer.
–Turros de mierda,,, ahora se viene la maroma... Puta madre, Cura, ¡y me lo decís por el tubo!... Le corté con bronca

Apacible; un término que evoca pastoral, estado de desgano. Se hallaba en el pequeño cuarto que le servía de laboratorio. Tiene delante la bandeja de revelado: una imagen borrosa va tomando forma en el fondo mientras lo agita con la pinzeta. Un helicóptero en vuelo aparece sobre el papel.
Miró la hora: las tres menos diez de la tarde. Esa hora tan corriente de una tarde apacible de un día feriado iría a ser el preludio de un cambio definitivo. Como lo blanco que se convierte en negro. La libertad en muerte. O en prisión, en Triple A y exilio.
El timbre. Intuye. Se acercó a la mirilla y allí estaban, en abanico, con sus metralletas listas y susurrándose disposiciones de combate. Ninguna duda. Comprendió en el acto que venían por ellos. Fue corriendo hacia el patiecito y se tiró a la planta baja. Quiso fugarse para llamar la atención. No llegó muy lejos.

Reflexiona en la soledad del dos por dos tirado sobre un jergón mugriento, condenado a compartir la soledad, los presagios y el temor de tantos otros, anteriores huéspedes. Habrán tiritado – pensó –, empapados por el miedo de lo que vendrá; o urdiendo historias pueriles de inocencias cándidas y más pueriles aún.
Las tinieblas, el silencio – roto por voces y sonidos o roces que evocan la cotidaneidad recién perdida – amedrenta. Aguardando; al acecho, Atrapado en el no saber, a la espera de lo inevitable... (¿qué es, qué será lo inevitable?). Haciendo votos de heroísmo de fanfarria, acosado por la angustia del no saber, del de qué se trata.

Está en sus manos. En una celda de dos por dos abarcada por tinieblas, tirado sobre un jergón del piso de cemento. Ellos... Los que van a disponer de su presente; el ahora que ya se va, y lo que ignora e imagina, lo que vendrá luego. Y a la espera de ese luego, la mente sigue lúcida a pesar de la mugrienta venda que lo ha sumido en una oscuridad de amenazas sin caras ni formas.
Aguarda. Resignado  pero no vencido, se repite entre las sombras del dos por dos. Piensa en las próximas horas; las percibe cercanas y recurre a subterfugios de la mente. Pretextos que lo consuelan o lo abruman. Sabe que está en sus manos; que no tiene posibilidad de decisión; que su voluntad está cercada, aunque que crea disponer de ella para decidir – o elegir – las respuestas. Sólo le queda – si le queda – la conciencia de no desvincularse de sus sueños y utopías.
De todos modos se percibe perdido; está en sus manos; una manos que van a destrozarlo y buscarán quebrarle el temple que conserva intacto en esas primeras horas de incertidumbre...
Después de darle entrada, quitarle lo que llevaba encima y arrojarlo a la soledad para el ablande, le dan tiempo (ellos no lo saben, suponen lo contrario) para elegir las coartadas, vaciar la mente, borrar nombres, lugares y detalles. Enredan con ventaja; tienen la fuerza, dominan la situación, lo tienen aislado para acrecentar la angustia, los miedos. Y no le dan la punta de la cuerda, como llegaron a él, a través de quién.
Piensa en los hijos. En el más pequeño de quince días; y en ella, en la amiga de ojos verdes  ausente en el interín. Su fantasía es un ruego. El ruego un sueño. Tal vez pudo escabullirse... Y entonces, ¿cómo evitará el largo brazo de la persecución…? Se le ocurren ideas que desecha; piensa en la rutina que ya no va a recobrar. En el “Holandés”, el viejo director de la revista, en las notas que quedaron sobre el escritorio. En la vida del otro lado que prosigue imperturbable y de la que lo han excluido. Es una certeza: lo que hay del otro lado no le pertenece. El mundo que no transitará por bastante tiempo. O nunca más... Ya le pasó antes...Cinco veces más, la última en la penitenciaria de las Heras, con el mayor Alberte, el capitán Vicente, Amado Olmos y muchos otros compañeros...
Continúa la espera, la pausa agobiante que usan para quebrarlo; para que no atine a saber o intuir. Todo el reciente pasado, las próximas horas que deberá enfrentar con algún pretexto creíble, al que tendrá que ajustarse a pesar del aprete, la picana y los golpes. Cierra los ojos; contempla señales en el cemento, las recorre una y otra vez mientras la mente se acelera cómo llegaron a mí: cómo llegaron a mí cómo llegaron a mí cómo llegaron a mí... quién me delató...

Nunca dar un nombre... ni siquiera inventado. Entre datos que bailotean y evocaciones que asume, borra de la mente nombres y lugares del cercano pasado. Han muerto, los han demolido, no existieron, se han incorporado a una ciénaga y se han hundido en ella.
Nunca dar un nombre... ni siquiera inventado. Sabe fehacientemente que a partir del primer desliz, de la primera contradicción, está perdido. Ya no van a darle tregua, escarbarán en su conciencia, lo molerán a golpes e irán por nuevos datos, nombres, lugares.
Allí le aparecen las letras negras, resaltantes... Un manual de explosivos. Eso es, un manual de explosivos guardado con estúpida negligencia.

Cruje la traba herrumbrosa. Es como una profecía que lo estruja... Le indican que salga. Presiente que se encamina hacia el averno. Querrá asumirse digno de las tres décadas que dejó atras. Bravatas que exhibe en ese soliloquio ininteligible: no soy un héroe, pero no debo perder lo único que me queda entre estas paredes, se repite.
No. Aún no había llegado la hora. Un armenio sumariante – el bueno de la historia – le toma declaración. Todo formal, demasiado formal. No le cree – lo advierte en sus cara, en sus ojos – pero no lo fuerza. Y lo previene: Sí, esta noche te van a interrogar los “otros”, le murmura con cara de pena, un recurso arcaico para acrecentar la angustia y el temor.
Luego, devuelto al agujero oscuro, recupera terreno. No se engaña, comprende que lo van a picanear pero cree tener en la mochila tres datos preciosos. Sabe lo que hallaron en la casa –lapsus del armenio, o esquina del naipe que te muestra el contrincante; elementos que le impedirán remontar hacia una supuesta inocencia. Pero no hay lazos, no hay vinculaciones recientes y concretas. El delator informó datos inconexos, pero no les alcanza.
Hallaron un minúsculo rollito de papel. Este es el eslabón, el mojón que ha dejado en la retirada, la prueba de la desmemoria. Sobre esto se van a ensañar. Le cuesta concentrarse en las coartadas (cómo llegó a tus manos este manual, de quién es este apodo, quién es, dónde es). Está seguro que no van a saber quién es.
No es tiempo de humor ni de sonrisas. La mente no descansa: una respuesta, otra justificación, todo es el pasado. Sólo el 25 y la aministía* – repite como obseso – pueden aliviarte el bulto legal, la infracción a la ley.

Escucha su voz... Esta allí. Sola y en tinieblas. Incomunicada como él. Piensa en ella. En su fortaleza. Y que él debe excluirla, ponerla al margen. Él el canalla, él el extremista. Ella, Ester, inocente Piensa en los hijos, y los amputa del recuerdo. Son el factor emocional, el talón de Aquiles; no debe acordarse de ellos. Acorazarse, cercar con acero los sentimientos. No tengo hijos; no me importan. Lastre que arroja por la borda... Ahora debe sobrevivir... Resistir, dicho con propiedad.

Ellos saben como se trabaja en las orgas. Lo han aprendido y estudiado con esmero en escuelas de la tortura y el crimen, con picana, con palizas y métodos refinados de sadismo, por los que se dieron vuelta. Decidió aprovechar,  era preciso darles lo que puede resultarles coherente. No hay salvación: el picaneo en las encías y los testículos, tirado sobre la mesa húmeda, atadas las muñecas y tobillos, y oyendo una voz que pretende ser graciosa y le acosa con preguntas a repetición. Sabía que no hallaron material de la época. Debe seguir con el juego: volver a lo mismo, no salirse del libreto. No salirse o está acabado. La ronda va y viene. Duele; enloquece. Pero volver a lo mismo, siempre, mientras debe aguantar.
Nunca dar un nombre... Ni siquiera inventado, repite mientras la corriente de los electrodos lo sacude...
Siente el estetoscopio apoyado en el pecho; intuye las miradas de unos y otros hacia el tipo que lo ausculta: Aguanta... pueden continuar – escucha el susurro del bastardo –.No tiene información para darles... Se van convenciendo de que no tiene lo que buscan, lo que necesitan. No soy un perejil, pero ahora no estoy en la “joda” les dice. Sigue aferrado en el papel del: sabía, era, fui... antes del 25 * . El informante lo vendió por monedas, por el pasado, por prontuarios anteriores. O era informante o lo apretaron con un par de bifes.
La cara del tipo gordito, con esos bigotitos finos y la barbita... El telefónico ese. Él que nos decía una y otra vez en la casona del Pb. de Montes de Oca: ¿ven? ahí están los del Falcón.

No les importó la nada de la información presente. Lamentarían que esa tarde apacible del 1º. de noviembre de 1974, día de todos los santos, no pudieron abatirlo. Aunque lograron mandarlos a Devoto y Resistencia por un año, al exilio de por vida.
Año y medio después – mientras él, la amiga y los hijos vivían ya el desarraigo del destierro – los triples y los milicos protagonizarían la noche negra de la dictadura militar y el terrorismo de estado.
Los dejaron sin pasado. Quedaron con vida, en este destierro de mierda. Tres décadas, seis lustros.
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* El 25 de mayo de 1973 el Presidente Héctor J. Cámpora firmó el decreto de amnistía para todos los involucrados en “delitos políticos” anteriores a esa fecha. Por eso el protagonista resaltaba en su soliloquio “hacerse cargo” sólo de hechos anteriores al 25/5/1975.
Andrés Aldao 

12 comentarios:

  1. Querido amigo : No encuentro palabras, pido prestadas, entonces:

    "... hay golpes tan fuertes en la vida...yo no se!Golpes como el odio de Dios;como si ante ellos. la resaca de todo lo sufrido empozara el alma...yo no sé! (Cesar Vallejos )

    Mi abrazo , mi afecto , a los dos.
    amelia

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  2. Un poco lo que dice Amelia, es difícil encontrar las palabras y lo hago con el fragmento de un poema que me pertenece: "Una puede ser testigo de tormentas / una puede, sí /pero no será igual /que vivir la intemperie por si misma/ arrastar lo que deja / lo que queda // todo es diferente en carne propia ....(sigue)"
    Y es un poco eso lo que quiero transmitir. Muchos procuramos entender pero en definitiva no estuvimos en esa piel, y nunca tendremos la verdadera noción del dolor, de lo que el otro pasó.

    También mi abrazo para los dos.

    Lily Chavez

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  3. Yo no tengo palabras, ni siquiera puedo pedirlas prestadas. No puedo abordar a la sombra más oscura del mundo.Las palabras se escapan hacia la oscuridad del bosque. Sólo las lágrimas y un profundo sentir hacia el dolor del hombre arrojado a la existencia.
    Un abrazo
    Ofelia

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  4. releyendo mi nota autobiográfica quiero señalar que no me victimizom no pido piedad o consuelo: lo hecho hecho está y era una de laa reglas del juego político. Además, tuvimos mucha suerte: salimos durante los días finales de la Triple pero seis meses antes del golpe de los milicos.No se trata de lágrimas si no de historia. Las consecuencias eran sabidas...
    andrés

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  5. Andrés, "...ese pibe retraído..." del cual ya leí este cuento no te victimzás en absoluto, sólo relatás como si fuera un cuento, es notorio y cuanto tengo la oportunidad de releerlo, más me ensaño con los sátrapas a los que le siguieron otros y otros. Pero no se me escapa la presencia única de la estúpida (vulgar término) mujer, que con capa de reina de cotillón fue la heredera del Gobierno de una Patria, producto del error de los hombres inteligentes, capaces, estrategas que llegado el final de su vida, reconociéndole aciertos innegables, no le alcanzó la lucidez o le sobró soberbia o egoísmo para dejarnos una buena herencia a un pueblo maravilloso en ciernes. Nos merecíamos algo mejor que un maniquí de pacotilla, que no ignoraba en absoluto lo que pasaba y pasaría. Supo firmar con el cara de vieja "aniquilamiento". El muerto murió de mala muerte, sin lucidez, ahogado por un esbirro, un cancerbero de la peor calaña ( y sé que ahogado y abandonado, por fuentes muy cercanas dada la profesión de mi compañero de toda mi vida). Me pregunto qué nos pasa y más aún, qué nos pasará cuando Cristina en su apuro por dejar leyes, termine su mandato y vuelvan los que manejron nuestro país desde los paraguas de 1810, Qu no son otros que los poderosos civiles armando al ejército complaciente. Y tengo que nombrar a Jorge Luis, que decía que "ellos" sabían estar en todos los wines, ergo, ministerios, cargos públicos. Entonces, cuandola Prsidenta se vaya, con todos sus errores que no los tuvo Néstor, la palabras "obreros, comunistas, Marx, pobres, indigentes", volverán a ser prohibidas. Y Nazión, Clarinete, Fontetutti reinarán en esta capital que pudo ser cosmopolita, albergadora, contenedora y tendrá que ser luchadora. Releeo nuevamente (redundancia necesaria para mí) y tengo miedo. No estaré. Quedan los pibes y no quiero que se repita esa historia tuya, las de los que no pudieron la vía México, Perú y fueron a Oriente, polvorín constante. exiliados forzosos. Una cosa es ir de paseo, com bien hacés hincapie y otra corrido por las. necesidades y los terrores y horrores sufridos. Tu relato es fuerte, maas quisiera tener la edad de mi hija que lo ve y lucha por un futuro no empeñado en sucumbir ante el poder que siempre esta de facción. Como siempre, Andrés, poeta, amigo, me has vuelto a emocionar. Pero no es mi vejez, es mi corazón que está y estará siempre con ustedes. Un fuerte abrazo. Sonia

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  6. Los que nos fuimos, o nos fueron, los que perdimos patria, amigos parientes, los que nunca mas seremos de aqui ni de alli, tambien somos la victimas de por vida, no importa si nos fue bien o nos fue mal, pero hay heridas que siguen sangrando siempre, y angustias que no pueden describir las palabras, Un abrazo.
    Carmen Passano

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  7. relatos del horror y la pérdida, que ojalá hubieran sido un mero producto de la imaginación de los autores, pero no,

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  8. « El sombrío edificio de Moreno 1417, a una cuadra del Departamento Central de Policía, fue desde los años ‘60 sinónimo de represión política. El año pasado, el uruguayo Antonio Viana Acosta, militante tupamaro, denunció que ya en febrero de 1974 fue torturado durante dos semanas en Coordinación Federal, nombre anterior de la SSF. En su secuestro, pedido por la inteligencia oriental, intervinieron los jefes de la Policía Federal, Alberto Villar y Luis Margaride, y de la Triple A, Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales. Coordinación ya era epicentro del incipiente Plan Cóndor.

    El inspector Rodolfo Peregrino Fernández, ayudante de Harguindeguy durante 1976, relató en 1983 que el ministro tenía brigada propia para secuestrar, pero « cuando el grado de riesgo superaba la capacidad de acción de este grupo recurría a oficiales de la Dirección de Operaciones de la SSF, cuya jefatura ejercía el comisario mayor Lapuyole, siendo el principal Carlos Gallone, alias ‘Carlitos’, quien más frecuentemente era comisionado a estos efectos ». Agregó que Gallone tenía « ferviente admiración por la extrema derecha » y fue « el más estrecho colaborador de Harguindeguy en las tareas de represión ilegal. Se rodeó de los mayores torturadores y asesinos salidos de la « Triple A » [« Alianza Anticomunista Argentina »], a quienes llevó a la Dirección General de Inteligencia ».
    Orlando Bartolomé Dupuy

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  9. No sé cuándo el autor comenzó a sentir la vocación de escribir. Siempre se es en ciernes, pero hay un momento revelador.Quizás cuando la realidad no tiene explicación, fluye la necesidad del relato.Aquí hay un sabio manejo en el mundo de las palabras para plasmar la injusticia, incluyendo la abyección de invadir mente y cuerpo con torturas..
    Y con respecto a la cárcel por pensar diferente, me acordé de las letras de Paco Urondo, que escribió en Villa Devoto:

    "Aunque parezca a veces una mentira, la única
    mentira no es siquiera la traición, es
    simplemente una reja que no pertenece a la realidad."
    Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973

    ¿Tiene piel el alma? Lo leí con la piel del alma en carne viva.
    Un abrazo.
    MARITA RAGOZZA ( EN VIAJE)

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  10. Admiro la entereza de poder poner en palabras tamaña experiencia ojalá encontrara las mías, más no sea en préstamo, para dar forma a un "comentario". Un abrazo desde el corazón, C.A.T.

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  11. En el exilio de ustedes los conocí. En ese mismo exilio, los amo, desde mi condición de no exiliada política. Que valor en la descripción del horror que nunca más, pero que hoy y siempre todavía. Abrazo, amigos a puro desgarro de alma. ElsaJaná.

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  12. Un agregado final...
    "No hay ficción que esté a la altura del fulgor seco de los hechos. No hay ninguna necesidad de inventar cuando todavía queda tanto por saber, y sólo el conocimiento lo más exacto posible concede alguna medida de restitución. El que ha vivido cuenta lo que ha visto. A quienes escuchan les corresponde la tarea de prestar atención y aprender lo más posible, para que el olvido no pueda absolver a los verdugos". (Antonio Muñoz Molina - IDA Y VUELTA - HILOS CORTADOS -24/ 4/2010)

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