domingo, 25 de marzo de 2012

Julio Salgado


 




Nació en Frías, Santiago del Estero, Argentina, en 1944. Entre sus obras publicadas se encuentran: Poemas murales (Buenos Aires, Alto Sol, 1969); Escrito sobre los animales solitarios (Buenos Aires: Numen y Forma, 1971); Agua de la piedra (Buenos Aires: Edición del Poeta, 1976); Caja de fuego (Buenos Aires: Cisandina, 1983); Paisaje y otros poemas (Buenos Aires: Último Reino, 1991); El ave acuática (Santiago del Estero: El Barco Edita, 1999. Libro de Artista ilustrado por el autor en edición limitada) y Trampa Natura (Ediciones Último Reino, 2000). Antología Poética(Universidad de Carabobo- Venezuela; 2008) y Doble Cielo(Argonauta;2010). Antologías : 200 años de Poesía Argentina (Alfaguara;2010) y Poesía Argentina para el siglo XXI (bilingüe. Graham-Yooll; 2011), entre otras.

En la Poesía hay un espacio donde la palabra es una intrusa. Hace tiempo. Yo era un muchacho. En un paraje del límite entre Santiago del Estero y Catamarca donde se extiende el río Morteros. Recorría el cauce saltando sobre las rocas. De pronto en la orilla, en la ribera, descubrí una vara un poco más larga que mi altura, consideré que vendría bien usarla como bastón para mantener el equilibrio sobre la resbaladiza superficie de las piedras. Iba a tomarla, pero ya cerca noté que se trataba de una lampalagua. Dormía laciamente aprovechando el sol de la mañana. Me volví, levanté una gran piedra y desde una distancia prudencial la descargué sobre su cabeza. Al recibir el golpe el animal se descompuso en una masa convulsionada que se armaba y se desarmaba mientras yo corría alejándome, para de inmediato regresar y ser testigo del resultado de mi ataque. La serpiente yacía desmembrada, inmóvil. Me aproximé para observarla. De pronto, ella se recompuso. Al notar mi presencia adoptó por primera vez toda la potencia de un ser poderoso, en actitud de ataque. Esa procesión de mágica inteligencia. Ese remolino quieto de tanta belleza aérea y terrena aliándose a mi temor-pavor ¿escucharía con todo su cuerpo, con todo el lentísimo avance de su cuerpo? Repentinamente comenzó a retroceder, sin perderme de vista, con una ondulación ambulatoria, abriendo su boca roja, mostrando los finos colmillos, ahuecando el aire con sus bufidos. Mientras aquel vientre escamado se deslizaba sobre la gruesa arena produciendo una fricción cuyo sonido se hacia más presente que el murmullo del agua corriendo sobre las piedras. Luego en su retirada se escondía y desaparecía para siempre en esas puertas oscuras o esos túmulos que se hacen caprichosamente entre los arbustos y las barrancas. Tengo la convicción que a partir de aquél hecho comenzó mi relación con la Poesía, el porqué nunca lo he podido esclarecer. Me ha quedado la imagen de lo mágico y sagrado de la naturaleza, algo así como el eco de un silencio que se repite y que previene ese mundo animal de donde venimos. ¿Cómo puede el habla, o un texto transmitir con justicia la forma y la vitalidad del silencio?... (de Doble Cielo - Argonauta, 2010)

Paisaje
(De Paisaje y otros poemas)
Un río me ha llevado. Se posa la bumbuna. Se ve el cielo. Sólo un viaje que anuda pedazos. Abajo remolinos, negros cantos y el vértigo tocado por un trino. Arriba. Se posa la bumbuna. Se ve el cielo.
Un río me ha llevado. Ella la blanca mancha de las sombras rojas sobre la arena. Bebiendo desde el sol. Quieta en los ojos. Llama. Cuando te cuento me adormezco. Escúchame.
Memoria. Lo que presagia danza en la piedra. Nace una hijastra. Hay una selva transparente en sus piernas. Se sumerge en la arena. Un lagarto desaparece como un rayo. Un golpe encima de su coraza. Continuamos la marcha.
Memoria. Habla el camino. Aparece en el campo una galera tirada por caballos desbocados. La vía láctea se estrella con útiles domésticos. Una emulsión hace tibios los labios. Calma y veneno de una reina que viaja. En la tormenta saca la cabeza y desde la ventanilla muestra su lengua poblada de tatuajes. ¡Oh tinta de los cuerpos incrustados a un ala!
Memoria. El cielo está nublado. Cayó un árbol. Espesa hierba y agua. Una banda de tordos persigue mariposas. Vuelos rotos del monte. Cayó un árbol. La cabeza del gavilán apareció en la rama. Quédarás. Qué opondras Un golpe encima de su coraza. Arrancamos sus plumas para adornar un sombrero. Esperamos la noche. Continuamos la marcha.
Un río me ha llevado. Adula. Cantas y hablas de tu comarca. Hay señales en 105 vasos de vino, discursos, jerigonzas, textos descabezados al borde de la mesa.
Memoria. La enferma que come de la luna en la pared de barro busca el viento. Dos hilos en las manos trepan como vigías y aparecen sus piernas cubiertas por un lienzo. Cayó un árbol.
Blancas playas del monte. Pequeños tendedores de lagartos y espinas corroídas. Burdel donde ascienden los jóvenes con las bocas pintadas con frutos de morera y sangre en la mitad del cuerpo y en el pelo.
Un río me ha llevado. Pudieron nuestros huesos hacerse polvo. Sumarse al viento. Sin embargo cavamos en la arena. Nuestros enseres eran una colina atándose rápida lentamente a los tontos amores, a las cintas trenzadas, a las puntillas, a las coronas de una niña que ya ha trabajado en un teatro, y que en trozos, en pequeñoS escritos, cae desde una ventana.
Oh fulgor. Cartas de una sirvienta envuelta en un reflejo. Otra mancha en los ojos. Una serpiente era su vestido. ¡Oh mañana! Santos días de las grandes penas del amor y de los sencillos carnavales de los que andan y atienden un cuerpo desnudo en la posada. Bebiendo entre los sueños. Murmurando la larga historia de ese silencio que los une y los separa irremediablemente.
Cayó un árbol. Un golpe encima de su coraza. Continuamos la marcha. Memoria. El agua se desborda. Tormenta. Hérmosas ramas verdes. Una muchacha lava sus rodillas.
: : : : :
Elocuencia de la doca
Mientras los chambelanes
bordan
en las orejas de los virreinatos
se mella
el vuelo de la mosca.
Mientras los concusionarios intrigan
en las bolsas de los que no tienen amparo
la sólida luz que ha partido del faro
se somete.
Los papelescos, los casuistas, los pedantes,
los retóricos, los mercenarios,
baten
en la sentina de las Capitales.
Como si fuera un domingo
la hija del guardián de los jaguares
se peina ante el espejo
desnuda por las sombras
abre su vulva
mostrando la luna
que es sol.
La doca crece.
La cordillera se atavía.
El bordo
Esta es la trampa del fulgor sagrado.
Ha crecido la noche.
Sube el calor.
La arena por el cielo.
La noche continúa.
Muerde un bosque en tus labios.
Un pie bajo el vestido.
Has elegido un árbol.
En la laguna de tus pechos vuelan los patos.
Una lluvia aceitosa cae sobre los nidos.
Asoma un ala inmóvil.
Delicadas
saetas subterráneas se mueven
lentamente
el pie
bajo la tierra del vestido.
Un cielo se abre solo
pasa un río.
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3 comentarios:

  1. "En la Poesía hay un espacio donde la palabra es una intrusa"
    Y la tierra es la verdadera amante del poeta, aquella que le sugiere, lo aterra y lo seduce, ese espacio en el que sueña encontrar la forma y la vitalidad del silencio.

    "Esa procesión de mágica inteligencia. Ese remolino quieto de tanta belleza aérea y terrena aliándose a mi temor-pavor ¿escucharía con todo su cuerpo, con todo el lentísimo avance de su cuerpo?"

    Gracias Julio por tu poesía
    Ofelia

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  2. Julio ; Estoy maravillada, no sorprendida , dado que Santiago es cuna de grandes Poetas.
    Yo tuve la suerte de observar una magnífica lampalagua durmiendo al sol , mis niños se asustaron pero yo les dije que no hacía daño, pareció darse cuenta de nuestra presencia y se arrastró tal cual tu lo describes hacia una cueva , Fue una vivencia maravillosa , ahora entiendo `porque la asociaste con la poesía es una mezcla de lo siniestro y lo maravilloso , de lo sagrado y lo profano.

    En los otros poemas hay una belleza que desarma, yo he sido testigo de esa belleza que tan bien describes.

    Me gustó mucho , mucho , me volvió en el tiempo. Gracias.
    amelia

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  3. Las palabras se vuelven intrusas en un espacio, en un momento de iluminación en que nos abrazamos a la grandiosidad .Sin embargo, quien las puede asir para la poesía, nos da una segunda epifanía: el hombre que se descubre a sí mismo en el universo desde la tierra natal que nunca se termina de conocer. Gracias a Julio por aquel momento sagrado y mágico.
    Cristina

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