lunes, 3 de diciembre de 2012

Ester Mann


Interludio jocoso 

Mi primer novio


¡Mi primer novio! ¡Qué hombre! Nos conocimos en la parada del colectivo. Lo empecé a ver allí en la fila, tomaba el colectivo y trataba de sentarse a mi lado. Si no había lugar, se corría apenas mi vecino de asiento se bajaba. Era tan buen mozo que no podía pasarme desapercibido: alto, rubio, de ojos celestes. Mi idea del príncipe azul.
Después me enteré que no era rubio, ni tenía los ojos celestes, ni era tan joven como aparentaba...Alto, sí, muy alto, espantoso de tan largo...
No quiero crear un falso suspenso, así que lo diré en forma sencilla y directa: mi novio no era de este planeta. Podía tomar la forma que quisiera y como estaba de visita en la tierra, nada más sencillo que adoptar la apariencia de un humano buen mozo. Me eligió como su guía  particular y asumió la figura que sabía me iba a a conquistar.
¡Qué meses pasé con él! Yo le pedía que cambie de aspecto, lo hice morocho y con bigotes a lo Errol Flynn; rubio oscuro, ojos verdes y cuerpo atlético. Bajito y con cara de bebé... Mi mamá comenzó a ponerse nerviosa:
-Nena, qué te pasa, ¿por qué salis cada vez con otro muchacho? Los vecinos están empezando a murmurar...
Yo le conté la verdad, le aseguré que era siempre el mismo Equis -tenía un nombre impronunciable- pero ella no me creyó.
¡Qué tristeza el día que tuvo que partir! Me costó mucho superar la separación. Me llevó años encontrar un hombre que me contente: a los pocos días todos me parecían tan aburridos, tan sosos, ¡tan ellos mismos!
Cuando conocí a mi primer marido, José, creí que lo iba a amar siempre. Era imitador y lo llamaban "el hombre de las mil caras". Pero a los pocos meses me di cuenta que me había engañado: en casa siempre tenía la misma cara, sólo en el escenario cambiaba. El segundo, Oscar, era modelo. Me encantaba verlo en los desfiles, vestido con distintos tipos de ropa. ¡Cómo se transformaba! Pero, claro, era igual que José, en casa no quería oír hablar de cambios. Sólo quería ser él mismo. ¡Y eso era tan tedioso!
La lista es larga, pero después de ocho intentos entendí que entre los humanos no hay grandes transfiguraciones.Cada uno cree ser perfecto tal cual es y no quiere parecer otro.
 No busco más. Nunca encontraré alguien como Equis. Continúo prefiriendo a los rubios de ojos celestes, pero ahora con las sienes canosas. Todos los días, mientras espero el colectivo para ir al trabajo, miro y remiro a mi alrededor. Tal vez Equis vuelva o mande algún amigo: Ygriega o Zeta.
Quién sabe, tal vez algún otro venga de vacaciones a la tierra y me elija como guía de turismo...  ■

6 comentarios:

  1. Como siempre impecable la redacción y bien llevado el desarrollo, pero creo que la falta de yerba te afectó el cerebro...

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  2. Nurit : Imáginame con una sonrisa!!! Magistral!!! Que lástima que a Argentina no hayan llegado...pero que sean morochos plis.
    Un abrazo fuerte!!!

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  3. (Lástima que manden varones) Humor e ironía sin yerba para un relato entrañable, disfruté su lectura, saludos, Carlos Arturo Trinelli

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  4. Mientras leo los relatos de Ester me imagino su cara burlona hasta la sonrisa final y su explosión de júbilo. Ahhh, ya tiene una mezcla de yerba en polvo y Nobleza Gaucha para enderezar sus neuronas, y el humor clásico de la autora.andrés

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  5. Vengan de donde vengan, Ester los transforma con su nobleza tan gaucha. Claro, una gaucha de Gerchunoff y de Andrés, o sea, una gaucha bellamente peculiar con una fusión única de tradiciones .
    Muy lindo. Me encantó
    Cristina Pailos

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  6. El cuento me divirtió, y me di cuenta que no puedo contar los intentos, me vale el que mantengo. A esta altura de mi vida estoy segura que hay nigerianos con alma rubia angelical y ojos celestes, y viceversa también.
    Pero, claro ,al primero lo queremos acorde a nuestro ideal.
    Con chispas de un humor distinto, me has hecho sonreír, y no es poco.
    Felicitaciones, Ester y cariños.
    MARITA RAGOZZA

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